¿Dónde esta la línea de lo
correcto y lo incorrecto? ¿Quién decide que es lo que esta bien y lo que esta
mal? ¿La conciencia con la ayuda de la moral?...
Lo siguiente es lo primero
que aprendí en mi decimoctavo aniversario. Hasta ese momento no me había
planteado nada moralmente, ya que no tenia conciencia de que existiera. Yo me consideraba un adolescente más, con sus manías y sus hobbies. En
cambio, cuando soplaba las velas, que mi madre con todo su cariño había
colocado encima de una gran tarta, sabía que estaba delante de un punto de inflexión,
es decir, que me encontraba en un momento de mi vida en el cual iban a cambiar
muchas cosas. Un momento en el que las cosas que haces o dejas de hacer te
marcan y te influye por el resto de tus días.
Mientras me comía mi pastel
todo parecía perfecto, pero sabía que cumplir los 18 no solo me conllevaría la
gran ilusión de cualquier adolescente de poder sacarme el carnet de conducir,
si no que me confirmaría una teoría que hacia tiempo andaba estudiando.
Esta teoría la titule: “la teoría de la verdadera realidad del
humano”.
¿Por qué la titulé así? Pues
verás, cuando eres un niño siempre sueñas con ser mayor. Para ti los mayores
son figuras respetadas y de cualidades y condiciones ilimitadas (semidioses),
además cuando eres niño la vida se comprime en dormir jugar y comer, cosa que
te parece aburrida. Tú prefieres ser un súper héroe como los que salen en los
cómics o en la televisión. Pero entre tu y yo, que ya somos adultos, lo de ser
niño si que era vida.
Siguiendo con la teoría, cuando
se acerca el momento de compaginar la vida de niño con la de adulto, es decir,
lo de dormir, comer y jugar con ser un semidios ves que todo se trunca, y la
vida ya no consiste en eso, si no en dormir poco, comer lo que tu economía te
permita y jugar... ¿A qué? Si perdiste tu inocencia. Y ser un semidios, que gran
error.
Y ahí es cuando dejas de
tener inocencia para tener conciencia, conciencia de lo que en realidad te
rodea.